Domingo si, me voy a ver a Boca

jueves, 20 de noviembre de 2008

Apenas uno entra a la Bombonera ya siente un clima distinto, como festivo, pero al mismo tiempo expectante. Son las 17 y, a escasos minutos de que comience el partido, encontrar una buena ubicación es harto difícil. Me las arreglo para situarme en un costado, contra la pared, previo pedido de permiso a unas 40 personas que estaban sentadas tranquilas esperando que Boca salga a la cancha.
La segunda bandeja local -la del medio, la que está debajo de los visitantes- está colmada. Me acomodo como puedo, esperando el inicio del partido que podría poner a Boca en la punta, en caso de que el Xeneize gane.
Cuando finalmente logro ubicarme, mi atención se posa en la gente que está alrededor mío y que van a ser mis compañeros de cancha. Adelante hay dos rubios y dos rubias, ingleses ellos e hinchas del Liverpool, quienes venían por primera vez a la mítica Bombonera. Las chicas eran muy parecidas entre sí, pero entre los muchachos había una gran diferencia de estatura. El más alto de ellos, con un parecido impresionante a Peter Crouch (jugador inglés), me pregunta si vengo siempre, si soy “fan” de Boca, y si lo ayudo con algunos cantos.
Justo al lado mío hay dos chicas que, supuse, eran hermanas. Se notaba que venían siempre a la cancha, ya que eran saludadas por varios hinchas. Una de las chicas, que tiene una remera de Boca con el número 14 y Palacio escrito debajo, se cubre del sol con una mochila de Don Omar en la cual tiene no menos de 20 pins de Rodrigo Palacio. Esta chica tiene un look a lo “Cumbio”, la reina de los floggers. De inmediato llama mi atención por la cantidad de puteadas que dice en cada frase. Su preferida es “puto”. Los insultos son proferidos hacia la tribuna de arriba, en la que los hinchas de Vélez se dedican a escupir hacia abajo, donde estábamos nosotros. Nada anormal en la Boca.
Finalmente, el Xeneize sale a la cancha. Peter me dice que le enseñe la canción que estamos cantando _ la que siempre canta la 12 cuando aparecen los jugadores: “Boca, mi buen amigo, esta campaña…”_ pero le digo que espere, que salte y que no joda. Cumbio se ríe. Peter poco entiendo, pero también salta.
Empieza el partido. La gente canta entusiasmada ante la posibilidad de ser punteros. Pero a los 17 minutos, baldazo de agua fría. Gol de Vélez, Uglessich, sólo, muy sólo, cabecea un tiro libre. Cumbio putea a Viatri, aparentemente su marca: “¡Puto, a Palermo no se lo hacían!”. La exaltación de Cumbio provoca la risa nerviosa de los ingleses. “¡Abal puto, no había sido falta!”, la liga también el árbitro.
A pesar de la mala nueva, la gente empieza a cantar más fuerte, como es habitual ante cada gol que le hacen a Boca. Peter me pregunta por qué la hinchada grita tanto si el gol fue del contrario. Trato de explicarle que los bosteros somos así, que alentamos siempre en las malas, que le queremos dar ánimos al equipo, que tenemos aguante. Pero Peter entiende poco y nada. Poco pasa en el resto del primer tiempo.
En el entretiempo se ve el esplandor de Cumbio. Los hinchas de Vélez, insultan desde una de las escaleras y mi “compañera” les contesta con un rosario de puteadas que nadie tiene que envidiarle a “Puto el que lee”, el diccionario de insultos de Barcelona. “¡Puto, sos de la B!”, “¡Tiene que venir Luis Miguel para que llenes la cancha, puto!”, “¡Ganá algo sin Bianchi, puto!”. Cumbio se enciende y la gente se contagia. Hasta que Cumbio vive su momento cumbre de la tarde. Comienza una canción y, de a poco, la gente se empieza a enganchar, hasta que toda la tribuna entona sus estrofas: “¡Llená la cancha la puta que te parió!”. Yo miro sorprendido la falta de femineidad de Cumbio, en su vocabulario y en sus ademanes.
Arranca el segundo tiempo y, al toque, gol de Vélez, Cabrera: “¿Y este cuándo entró?”, pregunta Cumbio. La hinchada de Boca empieza a alentar nuevamente: “¡Nosotros alentamos, pongan huevos, que ganamos!”. Otra vez Peter y sus amigos se maravillan. Un rato después, gol de Boca, Forlín, y la Bombonera que estalla, tiembla, late. Peter se impresiona. Las inglesas ríen y saltan. Cumbio grita: “¡Ganémosles, son putos!”.
La alegría dura poco. Otro gol de Vélez y esta vez la gente no grita más, se apaga, se resigna. Pasan veinte minutos entre puteadas de Cumbio y preguntas de Peter. Vélez está más cerca del cuarto que Boca del segundo. Entra Palacio. Cumbio se vuelve loca y, por primera vez, no putea: “¡entró mi amor, ahora ganamos!”. Nadie le da bola. Pero increíblemente, gol de Palacio. Boca se pone ahí y la cancha se viene abajo. Cumbio delira, Peter está contento. Todos alentamos. Pero termina el partido. Los de Vélez festejan, Cumbio putea, Peter pregunta por qué no abren las puertas para salir y yo que me quiero matar porque una amiga cuerva me jode por el celular.
"¡Dale Boca que no ha pasado nada, con los huevos del equipos, con los huevos de la hinchada, dale Boca que vamos a ganar!”, cantamos todos. Pero todos sabemos una cosa: sí pasó algo, perdimos. Y nos quedamos sin la punta. Me voy con dos convicciones: la primera, que Boca no puede defender con 3; la segunda, que en la popular de Boca siempre hay algún personaje pintoresco.

Y para muestra, les dejo este video que grabe de la 12:



Germán Esmerado

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